Después de muchos intentos
fallidos de buscar un empleo donde me pudiera superar, mi tío me ofreció su
ayuda. Él tiene un negocio donde se fabrican lavaderos. Estuve trabajando con
él, año y medio. En ese lapso de tiempo, en lo único que pensaba era juntar
el dinero suficiente para pagar mis
estudios.
Al año de estar laborando decidí
que tenía tiempo suficiente como para ingresar al gimnasio, pues como todo
joven el fin era atraer al sexo opuesto.
En este lugar conocí a un chavo y
con el tiempo nos hicimos buenos amigos. Él frecuentemente me contaba de su
trabajo; era una empresa donde apoyaban a los empleados a tener crecimiento
laboral. Un día después de tanta plática me invitó a trabajar con él, sin
embargo antes de darle una respuesta tuve que meditarlo con mucha calma pues el
sueldo que me ofrecía, mi nuevo amigo, era mucho menor que el dinero que ganaba
en mi trabajo actual. Por éste miedo a ganar menos, decidí que no me
interesaba. Al cabo de dos o tres meses de tanto estarme insistiendo, al fin le
tome la palabra.
Comencé como ayudante de almacén
con un horario de más de nueve horas, pero en menos de cinco meses subí de
puesto y de sueldo, mi horario mejoró y mi jefa supo valorar mis ganas de salir
adelante pues pase de ser un simple ayudante a capturista. Fue justamente en
ese momento que tome la decisión de retomar mis estudios, ya que mi jefa me
comentaba constantemente: “Si tu sacas todo tu trabajo, yo no tengo por que
negarte ciertos privilegios”.
Para este entonces Chuco, mi
compañero inseparable de tantas aventuras, al cual ya frecuentaba muy poco. Se
encontraba en esos días estudiando en la UAM. Así que un día lo fui a visitar a
su casa, le platique de mis sueños de
estudiar y mis travesías para llegar a lograrlo y él solo me comentó: “No te
preocupes yo te ayudaré a estudiar para entrar a la Universidad” y así fue. Desde
ese momento comenzamos a vernos los fines de semana no para tomar, si no para
estudiar.
Cuando nuevamente salió la
convocatoria para el ingreso a la UAM yo estaba listo. Hice todos los trámites
necesarios, presenté el examen y después de un largo tiempo de espera y
nerviosismo se publicaron los resultados, y con mucho agrado me enteré que
había sido aceptado para ingresar a la Universidad Autónoma Metropolitana. ¡Por
fin! Comenzaba una nueva etapa de mi vida. Veía por primera vez en mi vida una
meta cumplida y sin duda alguna era el mejor momento de mi vida. No me
importaba saber que para mantener mis estudios tendría que seguir trabajando
muy duro y seguir mejorando mi salario y mi puesto, pero sin titubear decidí
dar el paso más importante de mi vida estudiar.
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